Llegó ese día.

Venía mirando para arriba y el amarillo tan intenso de un árbol me dijo "Hola" y lo tuve que saludar. Hola amigo, hola hermano, estás hermoso con ese color, estás otoño, estás precioso, cuánta belleza hermano, le dije. Y mientras veía cómo un muchacho sentado almorzando en el bar Arocena me miraba hablar sola, me reí. Sí, señor, hablo con los árboles, y hablo conmigo, hablo con las plantas, con las estrellas, con las paredes de mi casa nueva. Porque tengo una casa nueva, una casa que llegó al día siguiente de rezar en un círculo hermoso pidiendo un lugar físico donde sembrar nuestro hogar, que ya era semilla desde hacía rato.

Un día, al poquito tiempo de llegar allí, sin luz eléctrica (sin agua caliente, ni heladera, ni computadora, ni internet), le canté. Casita, casa, casita, gracias por albergarnos, vamos a llenarte de amor y música, de poemas y abrazos, de planes y discusiones, de reconciliaciones y canciones. Vamos a habitarte con todo este amor que nos sobrepasa, te agradezco con lágrimas y los dientes brillando a la luz de las velas que seas nuestro hogar, que nos cobijes, que seas nuestra amiga, nuestra madriguera, que nos des tus paredes y tu techo, tus balcones y tus ventanas, tu corazón para llenarlo de risas, de plantas, de comidas, de amigos, de vida. Que seas el lugar donde sembrarnos... o transplantarnos, como plantas a las que les quedan chicas sus macetas, que ya absorbieron todos los minerales de la tierra negra en la que nacieron y necesitan un espacio más grande y nuevo para estirar sus raíces y convertir por fin sus botones en florcitas y a éstas en frutos...

A veces observo quiénes somos y dónde estamos. Un hombre y una mujer que se aman a sus veintitantos, con una guitarra y un libro de Liber Falco, con un habano que alguien trajo de cuba, dos velas y una antología de Vicente Huidobro. Con mi humilde biblioteca invitándolo a él a leer tanta maravilla, y con sus manos y su boca llenas de música para obligarme a cantar mi voz y mis palabras. Somos lo que siempre quise ser. Tenemos la dicha de estar eligiendo que esto, la vida, no deje nunca de ser un sueño de amor, de compañerismo y de amistad. Somos esto, y somos esto de verdad, para aprender a caminar juntos, para soñar este presente y ese futuro que también somos, para elegirnos y ser familia. Encontramos nuestro hogar, nuestro nido, nuestra fortaleza.  ¡Sí, ya llegó ese día!